viernes, 9 de mayo de 2014

LA FORMACIÓN DEL SUJETO INDEPENDIENTE

LA FORMACIÓN DEL SUJETO INDEPENDIENTE:
La modernización borbónica fue insuficiente y llegó cuando los hispanoamericanos habían comenzado a visualizarse como sujetos independiente. El crecimiento económico, cultural y educacional de los países europeos donde el capitalismo avanzaba, así como también sucedía en Estados Unidos, contrastaba con las dificultades estructurales de las colonias hispánicas.
Así, mientras la sociedad norteamericana alcanzaba niveles mayores de integración, nuestra región se caracterizaba por estar fragmentada y su sociedad dispersa. La legislación colonial impedía la salida legal y fluida hacia el mercado internacional.
La utopía de independizarse de la opresión colonial e ingresar en el libre mercado de las naciones avanzadas comenzó a crecer entre los hijos de familias ricas. Entretanto había sublevaciones indígenas y los borbones alternaban la brutal represión contra los más pobres con concesiones a los más ricos.
En 1777 el mexicano Juan José Vértiz asumió la titularidad del Virreinato del Río de la Plata y realizó reformas culturales, educacionales y asistenciales. Para las clases pudientes levantó la Casa de Comedias y obtuvo permiso del rey para fundar una universidad.
Abrió el Real Colegio de San Carlos, que puso bajo la dirección del canónigo Juan Baltasar Maciel, un criollo enemigo de los jesuitas. Para el pueblo inauguró el Hospicio de Pobres Mendigos, la Casa de Expósitos y la Casa Correccional de Mujeres. Había curas progresistas y curas conservadores.
 Mariano Moreno (1800), hijo de un modesto empleado y había estudiado en Buenos Aires en la escuela del rey y luego en el Colegio de San Carlos. Pasó muchas horas leyendo en la biblioteca de fray Cayetano Rodríguez.
Moreno se alojó en la casa de Terrazas (canónigo, secretario de Fray José Antonio de San Alberto) para estudiar derecho en la Real y Pontificia Universidad de Chuquisaca. El joven porteño leyó allí a Montesquieu, Locke, Rousseau y Jovellanos. Lo conflictuó profundamente la polémica sobre los “justos títulos” y se detuvo a analizar el derecho indiano.
A diferencia del joven Moreno, gran parte de quienes tenían ideas independentistas carecían de una convicción profunda respecto de la necesidad de construir el país con esfuerzo, sacrificio y medios propios. El virreinato se venía abajo.
Puede contrastarse ese clima político-cultural del virreinato con el que caracterizó a la sociedad norteamericana en vísperas de su Independencia. En el país del Norte el espíritu capitalista protestante proporcionaba todos los argumentos necesarios para que las grandes mayorías coincidieran en la necesidad de consolidar el proceso propio de acumulación capitalista. Esto es, en la economía, en la organización política y social, en la cultura y en la educación.
En Latinoamérica muchos concebían la independencia de España pero no aceptaban el desafío de construir una nueva sociedad por caminos autónomos. Aunque no todos los criollos se sentían incapaces de gobernarse a sí mismos. Y crecía la esperanza de trabajar y dirigir un país propio.
Hipólito Vieytes inició en 1802 entre los jóvenes la difusión de unas Lecciones elementales de agricultura, desde su periódico Semanario de Agricultura, Industria y Comercio. Manuel Belgrano imaginó un país de gente laboriosa, que cultivara la tierra, explotara las minas y produjera manufacturas.
Influído por los fisiócratas ingleses, consideraba que la agricultura era la base de la riqueza. Siendo secretario del Consulado de Comercio de Buenos Aires en  1793, creó las escuelas de náutica y minería. Fundó la Sociedad Patriótica, Literaria y Económica, proyecto que vinculaba  el progreso económico con el estímulo a la educación.
Siendo Vocal de la Primera Junta patria, fundó la Escuela de Matemáticas, para formar técnicos en el campo de las ingenierías. Cuando la Junta le encomendó la creación de cuatro escuelas durante su campaña militar, Belgrano dictó un Reglamento para las Escuelas del Norte.
En dicho Reglamento se determinaba ayuntamientos y en su entrada debían fijarse las armas de la soberana Asamblea Nacional Constituyente del Año 1813. Se trataba de un ritual de enorme significación, porque distinguía la escuela del naciente Estado argentino de las parroquiales y de las viejas escuelas del rey, que agonizaban en los municipios o revivían como escuelas de la patria. Belgrano escribió en el reglamento que en la enseñanza, el espíritu nacional prevalecería sobre lo extranjero. Estableció que los salarios docentes y los aportes para niños pobres fueran pagados por conducto del gobernador del pueblo.
El alcalde del primer voto y  regidor más antiguo, con intervención del síndico, actuarían cuando el maestro no hubiera cumplido con sus deberes. La provisión de los cargos se haría por oposición, a partir de una pública convocatoria. Belgrano entendía que la educación pública era condición para tener una sociedad independiente.
También otorgaba, a través del reglamento, un papel central a la religión católica en las escuelas; y especificaba los horarios diarios de misa y oraciones que se debían rezar: cada día al concluir la escuela, las letanías a Nuestra Señora de las Mercedes y el sábado un tercio del Rosario.
En el documento se detallaban calendario y horarios, actividades, contenidos y días de asueto. Se limitaba el autoritarismo pedagógico colonial, al tiempo que se introducían elementos de control de las conductas que muchas décadas después desarrollarían los pedagogos positivistas: los niños entrarían a la escuela conducidos por sus maestros, escribirían sólo dos planas por día, ninguna de las cuales pasaría de una cuartilla; durante el resto del tiempo leerían libros, estudiarían la doctrina cristiana, la aritmética y la gramática castellana.
Usaban el catecismo de Atete y aprendían los primeros rudimentos de la sociedad en la obra de Fleury y en el compendio de Souget. El modelo disciplinario era más avanzado que el colonial: sólo se podría imponer como penitencia que los chicos se pusieran de rodillas, pero no se los exponga a la vergüenza pública de permanecer en cuatro pies o en posición impropia; se le podrían aplicar sólo seis azotes, con excepción de casos graves, a los que se podría llegar a los doce azotes, pero fuera de la vista de los compañeros.
Este documento marca una transición entre la modalidad educativa colonia, con sus valores y rituales, y una educación independiente y progresista. La cultura independiente sólo podía construirse como producto de la conjunción de los trozos de la vieja cultura colonial con los aportes modernos.

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