La fundación del debate pedagógico: (Pág. 91-108)
El país entre siglos: Según
el censo de 1895 la Argentina tenía 3.995.000 habitantes, de los cuales, 25%
eran extranjeros; mientras en 1914 se registraron 7.885.000. Ya en las últimas
décadas del siglo XIX habían llegado 3.000.000 de inmigrantes. El 35% de los
habitantes eran analfabetos y la población escolar no alcanzaba el millón.
Los
efectos de la ley 1.420 habían sido limitados por los efectos devastadores de
la inmigración adulta analfabeta. Tanto Juan B. Justo y Augusto Bunge se
ocuparon del problema de la alfabetización en sus obras La educación pública y Argentina, un país sin analfabetos.
Los
inmigrantes llegados entre fines del siglo XIX y principios del XX no eran los
noreuropeos cultos que esperaban los dirigentes argentinos. Eran campesinos
sobrantes del proceso de modernización europea, como católicos además de
analfabetos; otros tenían ideas anarquistas y socialistas; había refugiados
políticos y ateos, agnósticos, protestantes y judíos.
La
oligarquía estrechó sus filas. Los intelectuales del régimen simpatizaron con
el positivismo. Mientras, los escritores naturalistas tuvieron éxito ante la
opinión pública, valiéndose del biologismo para fundamentar la inutilidad de la
población criolla y al mismo tiempo, sostener que los gringos eran tan
renuentes como el gauchaje a aceptar el orden del país que los recibía.
Uno
de los máximos teóricos del naturalismo nacional, Francisco Argerich, escribió
la novela Inocentes y culpables. En
ese texto describía la destrucción de la patria vieja por la llegada de los
inmigrantes, de quienes afirmaba que debían elegirse como el ganado, para
importar solamente tipos escogidos.
Los
naturalistas defendían la racionalización etnocéntrica y la legitimidad del
sojuzgamiento de indígenas, mestizos y negros. Su sentimiento de superioridad
blanca respecto de la población del resto de América Latina dejó huellas aún
presentes en la cultura argentina.
Los
debates entre políticos y educadores giraron en torno del papel que se
adjudicaba a la educación en la construcción de la hegemonía. El bloque de poder porteño,
libreempresista y agrario exportador estaba interesado en usar la educación para imponer el
orden. Los trabajadores rurales, los artesanos de las ciudades, el naciente
proletariado industrial y los nuevos sectores medios inmigrantes querían que
jugara un papel más progresista.
La
veían como un vehículo para la movilidad social y aspiraban a la concurrencia
de sus hijos a la escuela tanto como a la posesión de un pedazo de tierra, de
un puesto en empresas de Bunge y Bôrn o de un empleo fijo en la administración
pública.
La
revolución radical de 1890 condensó la protesta de aquellos sectores y llenó de
preocupación a los intelectuales de la oligarquía. Crecía el anarquismo. Juan
b. Justo tradujo El Capital de Carlos
Marx al castellano y fundó el Partido Socialista. La situación económica y
social del país era grave. En 1891 quebraron el Banco Nación y el Banco de la
Provincia de Buenos Aires; además quedó afectada la compañía inglesa Baring
Brothers, por la suspensión del pago argentino. El ambiente político y
económico intervino en la acentuación de tendencias pedagógicas distintas
El
nacionalismo católico exigió la adaptación de la población al modelo cultural
tradicionalista y represión de toda disidencia. Desarrolló un sistema escolar
privado y asistencial y luchó por obtener el dominio de la educación pública.
El liberalismo católico que había nacido con Navarro Viola y Estrada terminó
como corriente con la muerte de esa generación.
Un
débil socialcristianismo realizó experiencias de educación obrera dirigidas por
el padre Grotte. Los salesianos, aunque tenían una concepción tradicionalista,
se diferenciaron por sus metas y su trabajo, que vincularon a los problemas de
los despoblados territorios nacionales y la gente pobre.
Un
sector progresista de la
oligarquía propuso reformas al sistema educativo que vincularan la educación con el trabajo, de manera que la
población quedara contenida en un marco de país tal como lo pretendían, es decir, industrializado y moderno.
Carlos
Pellegrini que había fundado la Unión Industrial Argentina, abrió la primera
Escuela de Comercio en la Capital Federal. Cuando estaba en la presidencia de
la Nación Julio Argentino Roca, Joaquín V. González intentó una reforma laboral
que, aunque llevaba el sello oligárquico, marcaba un camino alternativo al de
las leyes de residencia de 1902 y de defensa nacional de 1910, ambas dirigidas
a reprimir las demandas de los trabajadores y las acciones de los anarquistas. González propugnó una enseñanza
secundaria moderna, científica y utilitaria.
En
1899 el ministro de Instrucción Pública Osvaldo Magnasco elevó al Congreso un
Plan de Enseñanza General y Universitaria, con la firma de Roca. Este proyecto
tendía a eliminar el enciclopedismo, dar una orientación práctica y técnica a
la enseñanza y mantener colegios nacionales solamente en algunas provincias y
en la Capital.
El
proyecto de Magnasco tenía como antecedentes los de Juan Balestra, Antonio
Bermejo y Juan Beláustegui. En el debate de la Cámara de Diputados sobre el
proyecto de Magnasco, la oposición, encabezada por Alejandro Carbó, sostuvo que
se introducía la educación técnica para desviar la ola de ascenso popular hacia
la educación superior y defendió el programa de los colegios nacionales.
Educadores radicalmente democráticos como Carlos Vergara sostuvieron el
proyecto por su inclinación hacia la práctica y su rechazo del enciclopedismo.
En
1905 el diputado Gouchón presentó un proyecto de reforma de la estructura del
sistema que contemplaba educar para el trabajo desde la escuela primaria, pero
no logró su aprobación. Carlos Saavedra Lamas, ministro del gobierno de Victorino de la Plaza,
presentó una propuesta
elaborada por el pedagogo
positivista Víctor Mercante. Consistía en acortar el ciclo primario a cuatro años obligatorios, incluir una escuela intermedia de tres
años que proporcionara una orientación cultural general y contuviera emocionalmente a los
adolescentes, y un
nivel secundario de
cuatro años, de carácter profesional.
La
ley aprobada en 1914, no contó con el apoyo de todos los sectores dirigentes.
La Unión Industrial Argentina expresó sus reservas argumentando su preferencia
por escuelas de artes y oficios para obreros. Ya que, temía que una escuela
intermedia formara a personas de clase media que no querrían trabajar luego
como obreros de baja calificación. La ley fue derogada por el Congreso una vez
iniciado el período del gobierno radical de Hipólito Yrigoyen.
La
sociedad argentina no pudo llegar a ningún acuerdo sobre un problema crucial
como la relación de la educación y el trabajo. Las propuestas de los conservadores
contemplaban la necesidad de diversificar el sistema, ofrecer nuevas opciones,
capacitar a la población para una variedad de tareas. Pero esas propuestas
estaban teñidas de interés represivo y limitativo de los sectores medios y de
los inmigrantes.
Ambos
sentían atacada su perspectiva de movilidad social por la vía de la educación,
ante el intento de limitar la obligatoriedad y restringir la oferta de
bachilleratos. Al mismo tiempo quedó registrado en los informes de los
inspectores y rectores de los colegios y de las escuelas normales, así como en
la producción pedagógica publicada en revistas y libros de la época, el
profundo interés de esos mismos sectores por obtener una educación menos
abstracta, más actualizada, práctica y vinculada con el trabajo. Entre las
cuestiones mal resueltas por la sociedad argentina en el pasado y que aún persiste es la incapacidad
para resolver democráticamente la relación entre la educación y el trabajo.
Las corrientes del
normalismo:
La Escuela Normal de Paraná fue la cuna de
los normalistas, pero no les transmitió una
ideología pedagógica homogénea. Sarmiento nombró a George Stearns-liberal
protestante- como primer director. Años después se incorporó Pedro Scalabrini como
director de estudios.
Sacalabrini era un profesor italiano muy culto que en una primera etapa adscribió a las ideas
del filósofo espiritualista alemán
Karl Krause y luego se inclinó por
el positivismo.
El
carácter mítico, militante y misional del rol docente se acentuó durante la
gestión del español José María Torres, quien sucedió a Stearns. Este último
permaneció cuatro años en su cargo pero finalmente ni la sociedad entrerriana
ni el gobierno de la Nación soportaron su liberalismo.
Torres
impuso criterios de orden y autoridad; aunque no era un positivista sino un
conservador, es probable que esos criterios, rigiendo la formación de los
docentes, hayan creado las bases para que el positivismo penetrara en el perfil
normalista. Con todo, en las escuelas normales quedaron huellas de la pedagogía
krausista, y las ideas pedagógicas de la corriente escolanovista, que venían de
Europa.
El positivismo pedagógico elaboró modelos dirigidos a
ordenar, reprimir, expulsar o promover en la escuela sistemáticamente a la
población, alcanzando la mayor correlación posible entre raza, sector social y
educación proporcionada por el Estado.
Algunos
de sus voceros fueron Carlos Octavio Bunge, José Ramos Mejía, Víctor Mercante y
J. Alfredo Ferreyra. José Ingenieros escribió obre el hombre argentino usando
su formación médica positivista y biologicista. Sus libros se incluyeron como
lecturas pedagógicas.
Entre los normalistas el positivismo no
se expresó en forma ortodoxa sino mediada por los problemas cotidianos, las
luchas políticas y las convicciones preexistentes.
Los docentes
adscribían a la educación laica
pero eran católicos,
por lo cual el orden esencial que les ofrecía el positivismo no podía sustituir
el orden cristiano.
El
normalismo fue adquiriendo una cierta autonomía respecto de las políticas
oficiales y la pureza de las teorías de la época.
La corriente llamada normalizadora se sentía apóstol del saber y consideraba que educar
al ciudadano era una misión. Operaba en el pensamiento la antinomia civilización/barbarie. Creían profundamente en la necesidad de la escuela
pública y, aunque consideraban que la religión era el sustento del orden moral,
adscribían con convicción al laicismo. El método, la organización escolar, la planificación, la
evaluación y la disciplina eran las nociones que organizaban su práctica.
Poco
a poco, esas categorías serían
organizadoras de su identidad, lo cual tuvo como consecuencia que el vínculo que
consideraban legítimamente pedagógico fuera necesariamente bancario (en el sentido Freiriano). Eran
profundamente sarmientinos; adoptaban las ideas de su mentor sin crítica y se
sentían representantes de la civilización y combatientes contra la barbarie.
Desde el Ministerio de Educación de la Nación y los ministerios provinciales
pretendían que se clasificara todo en registros de asistencia y de conducta, en
bitácoras, boletines de calificaciones y cuadernos de tópicos.
Rodolfo Senet
y otros pedagogos
positivistas
escribieron muchas páginas proponiendo distintos tipos de registros, formas de evaluación y selección y clasificación de los
alumnos. Senet elaboró un diagrama
disciplinario basado en la oposición delincuente/adaptado que organizaría la
vida escolar. De
ese modelo hizo derivar las series indisciplina=delincuencia=enfermedad; buena
conducta=capacidad de adptación=salud.
Víctor
Mercante, quien había sido destacado alumno de la Escuela Normal de Paraná, se
interesó por hacer clasificaciones escolares, siguiendo una moda de Europa y
Estados Unidos. Introdujo los laboratorios de paidología en la Universidad
Nacional de La Plata y en escuelas normales.
Hacía
investigaciones experimentales para establecer correlaciones entre las medidas
físicas, intelectuales, morales y culturales, para lo cual inventó muchos
aparatos. El doctor Calcagno, en algunas de sus invenciones creó el
craneocefalógrafo, el hafimicroestesiómetro y el traquiantropómetro, con los
cuales se proponían relacionar medidas físicas y educabilidad de los alumnos.
Pretendían
organizar grupos escolares perfectamente homogéneos, de los cuales se hubiera
excluido a quienes no alcanzaran el perfil del buen alumno.
La concepción normalizadora fue
influida por el higienismo, una corriente médica y sociológica
que tuvo mucho auge en la Argentina como consecuencia de las epidemias de cólera y fiebre amarilla de
fines del siglo XIX.
Un
grupo de médicos
positivistas argentinos, muy vinculados a la oligarquía, ganaron poder dentro del Estado conservador
y se impusieron en el sistema
educativo. José María Ramos Mejía presidió el Consejo Nacional de Educación desde 1908
hasta 1913 con afán normalizador.
Ramos Mejía planteaba que hacían falta dos generaciones de mestizaje para que
se regenerara la raza que había sufrido la influencia de la inmigración. En
1908 produjo un informe titulado La educación común en la República Argentina,
que reflejó la propuesta escolar del positivismo normalista, comprometido con
el nacionalismo oligárquico.
El
Cuerpo Médico Escolar y otros organismos que se sucedieron orientados por el
modelo médico escolar ejercieron eficazmente la selección de la población, la
implantación de normas de conducta, la separación tajante entre salud y
enfermedad.
El higienismo, avanzó más aún y penetró la
vida cotidiana de las escuelas, se
instaló en los rituales, en la palabra de los maestros, en la aplicación
concreta de la discriminación y la promoción. Los mobiliarios escolares fueron
seleccionados para prevenir la escoliosis y garantizar que las manos limpias
reposarían ordenadamente sobre los pupitres para evitar los contactos sexuales;
el beso, tachado de infeccioso, fue prohibido; los guardapolvos eran
impecablemente blancos, los libros, desinfectados. La escuela se convirtió en
un gran mecanismo de adaptación a las normas.
En
el marco de la política oligárquica hubo expresiones pedagógicas nacionalistas de corte popular.
Un informe que
Ramos Mejía encargó a Ricardo Rojas sobre educación en 1909, fue titulado La restauración nacionalista.
Rojas argumentaba que la
barbarie había sido un fruto genuino de nuestro territorio, y la montonera, el
ejército de la Independencia luchando en el interior. Si la barbarie era parte
de lo nuestro, la opción que se abría era construir un sistema educativo
cerrado y excluyente o un sistema permeable a la diversidad.
Los
democráticos-radicalizados.
Influidos por el Krausismo, en particular por Froebel y el Instituto Libre de Enseñanza de España, disgustados por el autoritarismo y la burocratización
que veían crecer en el sistema educativo, muchos
docentes se interesaron por las nuevas experiencias pedagógicas
europeas que impulsaban la autogestión
y comenzaban a centrar la atención en
los niños antes que en el docente y su saber.
Propulsores
de una nueva escuela, los democrático-radicalizados no dejaron de adscribir a
los principios rectores del sistema educativo moderno, a la escuela pública
estatal y al alcance de toda la población. Fueron espiritualistas, sin que ello
excluyera su creencia católica. Pero no militaron en las huestes de la Iglesia
sino en las filas del normalismo.
Los
democrático-radicalizados fueron la expresión del antipositivismo que en esa
época afloró en América Latina; se opusieron al positivismo que en décadas
anteriores se había vinculado con las políticas conservadoras y racistas.
Consideraron a la educación moral como el medio más idóneo para producir una
“revolución pacífica” y al sistema educativo escolarizado como el instrumento
adecuado para realizarla. Luchaban contra la corrupción y la burocratización.
Contrarios a cualquier opción elitista, pública o privada, o que convirtiera a
la educación en una empresa económica o en una forma de manipulación política o
ideológica.
Los
docentes socialistas.
Formado por docentes que militaban el socialismo. Compartían
características de los normalizadores y los democrático-radicalizados. Rechazaban a los criollos y admiraban al proletariado europeo,
como parte de la herencia
ideológica que recibieron de los viejos inmigrantes fundadores del Vorwarts, el
primer grupo socialista que se organizó en la Argentina. Adhirieron a las ideas de Sarmiento y a las
interpretaciones sociológicas
liberales. Rechazaban el orden conservador y defendían la principalidad del
Estado, pero se interesaban por el papel de la sociedad civil en el sistema
educativo estatal.
Promovieron
sociedades de educación y bibliotecas populares;
difundieron un conjunto heterogéneo de ideas avanzadas, donde convivían Marx y
Comte, Darwin y los higienistas de la época. En la práctica
escolar los socialistas no diferían de los democrático-radicalizados, tratando
de generar vínculos participativos con los alumnos y sus padres y combatiendo
el autoritarismo de los burócratas que dirigían la acción normalizadora.
Los
educadores anarquistas. Desde una posición
libertaria otros educadores fueron antiestatistas y promovieron la creación de
escuelas vinculadas con las organizaciones mutuales, los sindicatos obreros
nacientes y los grupos anarquistas. Los libertarios argentinos no llegaron a
realizar experiencias del alcance pedagógico del movimiento educativo catalán
que dirigía Francisco Ferrer y Guardia, ni como los que se aplicaron en México.
Las
vinculaciones de estos educadores con el movimiento anarquista los colocaron
entre los perseguidos por el régimen. Se registraron clausuras y reaperturas
sucesivas de escuelas anarquistas. Los docentes libertarios fueron encarcelados
o expulsados del país y sus escuelas cerradas. El artículo 7º de la Ley de
Residencia prohibió sus asociaciones.
Los
democrático-radicalizados, los socialistas y los libertarios coincidían en la
experimentación de una educación alternativa al modelo normalizador que
triunfaba. Fueron patriotas pero imaginaron una organización del sistema escolar
que permitiera la participación de la sociedad, o bien, en el caso de los
anarquistas, que excluyera al Estado y fuera autogestionaria.
Consideraron que la escuela pública debía integrar a los inmigrantes al país, pero
respetándolos; estuvieron en contra de la imposición ideológica y cultural
indiscriminada. Experimentaron formas de gobierno escolar donde los alumnos
participaban con amplios poderes, nuevos métodos de enseñanza, formas
disciplinarias consensuadas con la comunidad educativa.
Interpretaron
la ley 1420 recalcando sus aspectos más democráticos, como su indicación de
promover sociedades populares de educación, bibliotecas populares y la intervención de la comunidad a través de los
consejos escolares.
El
inspector José Berruti fundó sobre bases democrático-radicalizadas el sistema
de educación de adultos; el inspector Carlos Vergara, principal teórico de la
pedagogía Krauso-positivista en la Argentina, realizó la experiencia de
participación estudiantil más importante de la época, en la Escuela Normal de
Mercedes entre 1887 y 1889; Sara Eccleston desarrolló los jardines de infantes
con inspiración froebeliana.
Junto
con algunos anarquistas, los educadores democrático-radicalizados y socialistas
participaron en los dos primeros congresos de las sociedades populares de
educación, en la Asociación El Hogar y la Escuela, donde convivieron Alicia
Moreau de Justo, Juan B. Justo, Elvira Rawson de Dellepiane, todos ellos
socialistas, junto con Rosario Vera Peñaloza, formada en el pragmatismo
norteamericano de las maestras sarmientinas.
El
poder conservador y burocrático combatió duramente la disidencia. Trasladó,
jubiló y degradó jerárquicamente a los disidentes y exoneró a los más
extremistas. Con el tiempo, algunos elementos de los discursos democrático-radicalizados
y socialistas fueron inscribiéndose en el discurso escolar. Pero quedaron
subordinados a la lógica del poder hegemónico.
Las sociedades populares de educación:
Las
sociedades populares de educación jugaron un papel muy importante en la educación
argentina. Eran asociaciones que tal vez tenían como lejano antecedente las
asociaciones de vecinos de las municipalidades y las antiguas Juntas
Protectoras de la Educación. Las sociedades populares comenzaron a fundarse con
la llegada de los primeros inmigrantes de la segunda mitad del siglo XIX. En la
década de 1880 su presencia en el campo educativo era lo suficientemente
importante como para que se les dedicara parte del texto de la ley 1.420. Al
comenzar el siglo XX había sociedades populares de varios tipos:
Ø Pertenecientes
a las colectividades extranjeras.
Ø Nacidas
de la política socialista o anarquista, por ejemplo, la Sociedad Luz.
Ø Pertenecientes
a los vecinos y de actuación barrial, como la Asociación Protectora de los
Niños, los Pájaros y las Plantas de Belgrano.
Ø Promovidas
por las autoridades educativas entre los padres y vecinos, con la finalidad de
apoyar la actividad escolar, como los clubes de niños jardineros y las
asociaciones cooperadoras.
Ø Creadas
o promovidas por el Consejo Nacional de Educación, como las sociedades de
lectura y las protectoras de la infancia.
Se distinguían por sus funciones y por su diferenciación
respecto de la labor de las escuelas. Había bibliotecas populares, sociedades
con una actividad cultural independiente de las escuelas, sociedades que
funcionaban dentro de los establecimientos educativos.
Otras estaban dedicadas a la difusión de ideas, que no se
reducía a concepciones políticas sino que incluía teorías científicas y
sociales, normas sanitarias, moral y buenas costumbres. Educaban a la mujer y
se inclinaban hacia los movimientos de liberación femenina. Se ocupaban de los
discapacitados. Proporcionaban educación a los adultos y a los desertores
escolares. Educaban para el trabajo.
Las sociedades populares fueron difusos
centros de transmisión cultural cuando el sistema escolar aún no se había
extendido y lo complementaron cuando se transformó en un gran aparato
escolarizado.
Abarcaron entonces a la población que
quedaba fuera de la escuela, a los sectores marginados, ofreciéndoles una
educación no escolarizada, semipresencial, que usaba los medios de difusión de
la época: las conferencias, las discusiones públicas, los libros y la prensa.
Este importante movimiento de la sociedad civil persistió hasta mediados de la
década de 1.940.
Exelente.
ResponderEliminarPerfecto.
ResponderEliminarExcelente, sin palabras!!
ResponderEliminarIgnorancia total, teñido sólo de ideología perimida, sin contar que con la excusa del progresismo se robaron todo.
ResponderEliminarEs un resumen?
ResponderEliminarEs un resumen no?
ResponderEliminarmuy bueno!! me gustaria que añadan mas temas de Puiggros ya que es muy extenso y cuesta interpretar
ResponderEliminarMuy completo el material presentado.
ResponderEliminarMe resulto de gran ayuda, pude comprender mejor... espero haya mas resúmenes de los capítulos de Puiggros. gracias
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