Sarmiento y la
educación popular:
En
los años de la Asociación de Mayo, Sarmiento era joven y
vivía en San Juan, su provincia natal. Escribía poesías y había fundado el diario El Zonda. Los columnistas
eran los miembros de la Sociedad Literaria provincial, filial de la Asociación
de Mayo de Buenos Aires. El Zonda predicaba contra el rosismo,
como consecuencia de lo cual Sarmiento fue encarcelado
y en 1840 expulsado a Chile. Allí alternó tres
actividades: el periodismo, la política y la educación.
En
Chile, compartía con José Victorino Lastarria-liberal y discípulo del maestro
Andrés Bello- la idea de que la población indígena y
mestiza era culturalmente irrecuperable. También rechazó nuestras
raíces hispánicas y adjudicó el atraso de los pueblos latinoamericanos a la
combinación entre la sangre y la cultura españolas y las indígenas.
En
1847, Sarmiento visitó Estados Unidos enviado por el
presidente chileno Montt y, quedó muy impresionado por los
aspectos más democráticos del nuevo sistema educativo
norteamericano. Observó que la educación pública estaba amarrada a la sociedad desde abajo, que
la comunidad fuera un sujeto activo de su
propia educación y que la religión no fuera contradictoria con el desarrollo de una pedagogía moderna.
Encontró una realidad en la que el nexo entre educación y progreso parecía
posible.
También
se sorprendió positivamente al observar que las
municipalidades y las asociaciones civiles
tenían una responsabilidad central en la educación y
aprobó el hecho de que la educación estatal
fuera supervisada por representantes de
los ciudadanos, elegidos por el voto popular. En cambio, criticó el
sistema francés por el cual las municipalidades debían restar los gastos de la
educación de sus fondos generales sin que se les hubiera asignado un
presupuesto especial.
Sin
embargo, aunque él mismo fundó la Junta Protectora de la escuela de niñas, negó
todo valor a las sociedades promotoras de educación que tenían larga existencia
en nuestro país. Su profundo antihispanismo
le impedía aceptar los aportes
del liberalismo peninsular; prefería cualquier
experiencia que proviniera del mundo anglosajón.
Conoció a
Horace Mann, quien era secretario del Board Education de
Massachusetts, siendo también amigo de su esposa, Mary, quien
le presentó a intelectuales de la Universidad de Harvard. Mary tradujo el Facundo que se editó en
los Estados Unidos y publicó artículos elogiosos, como en el American Journal
of Education.
Sarmiento
leyó las doce Lectures and Annual Reports, informes anuales del Board escritos
por Mann (luego traducidos por Juana Manso), en los cuales el fundador del
movimiento reformista norteamericano describía su obra.
Horace Mann
sostenía un sistema educativo que sumó a las escuelas otras instituciones educacionales
de mucho arraigo popular, como las conferencias públicas
y la predicación laica. Estimuló la enseñanza secundaria y la orientó hacia la formación de personas capacitadas
para el trabajo pero al mismo tiempo poseedoras de una formación general.
Mann
propuso formar ciudadanos integrales y se negó a reducir la educación secundaria a una instrucción acorde a las necesidades inmediatas de las empresas. Comprendió que el progreso capitalista
requería pensar en procesos educativos de largo plazo. Sarmiento coincidió.
Pensaba que la sociedad latinoamericana requería una operación profunda.
Había
que cambiar las costumbres, la
cultura y el lenguaje para que la gente se volviera industriosa. Sólo en
ese orden se alcanzaría el progreso, al contrario de lo que pensaba
Alberdi para quien la importancia de capitales y población era condición previa
para que la educación fuera efectiva.
Sarmiento
propuso darle a la población una educación básica integral
que elevara su cultura. Dio importancia al desarrollo de las escuelas de artes y oficios y
quiso una educación racional y científica, pero no fue
simplemente un utilitarista. La formación de la moral y las costumbres era la base de la
estabilidad sobre la cual debe descansar el progreso económico y
social.
Sarmiento
escribió Vida de H. Mann y Las escuelas: base de la prosperidad i de la
república en los Estados Unidos. Sus ideas pedagógicas y su propuesta organizativa eran democráticas pero chocaban con su
diagnóstico sobre la población latinoamericana. Con la educación se cambiaban
las sociedades, pero ¿cómo cambiar una sociedad cuyo pueblo se consideraba
ineducable? Sarmiento imaginaba un sistema educativo extenso, que
llegara a todos los habitantes “educables”.
Fue
más osado que la Asociación de Mayo al no dejar al pueblo analfabeto fuera del
juego político, sino que lo dividió en educables y no educables,
en forma definitiva. Sarmiento promovió el sistema
educativo formalmente más democrático de su época, al mismo tiempo que realizó
una operación de exclusión de los sectores populares.
A la escuela
pública del imaginario sarmientino concurría un sujeto abstracto, que jamás
llegó a existir. El modelo de Sarmiento fue fundador
de la sociología de la educación en la Argentina. Siendo anterior al nacimiento
formal del positivismo y el funcionalismo pedagógico en Francia, la concepción
de Sarmiento puede clasificarse como antecesora de esas corrientes.
Quiso
construir un modelo educativo
capaz de operar sobre la sociedad
cambiándola y controlándola, y creyó posible imponer una forma de
ser, de sentir y de hablar a quienes escapaban de la categoría de bárbaros. La
idea de seleccionar a los más aptos
era coherente con la doble operación de invitar a emigrar a la Argentina a los pueblos noreuropeos y apoyar las campañas al desierto
que arrasaban con la población indígena.
Algunos
datos dan cuenta del positivismo pedagógico de Sarmiento y dirigió su interés
hacia el control de los cuerpos, los regímenes disciplinarios y las formas de
selección de la población escolar.
Había
una disociación en el imaginario sarmientino, entre el pueblo real y el pueblo
al que se educaría democráticamente. De su visita a Estados Unidos y Europa
extrajo los modelos educativos más participativos, los sistemas de enseñanza
que tenían más capacidad para llegar a los confines del país, las experiencias
que garantizaban el arraigo de la educación en la comunidad.
La
instrucción pública sería una responsabilidad colectiva, aunque sus principales
sostenedores fuera del Estado serían las cooperadoras, las asociaciones de
padres, las sociedades populares y las bibliotecas públicas. Sarmiento, que
admiraba la experiencia norteamericana, no reconocía la tradición que tenían en
nuestro país las asociaciones protectoras de la educación y las bibliotecas
públicas.
En Educación popular expuso sus ideas sobre los métodos de
enseñanza de la lectura y escritura, las formas de organización escolar de los
distintos países, las opciones de administración educativa, mostrando un
profundo conocimiento de las más innovadoras experiencias escolares
occidentales.
No
consideraba que la escuela fuera la única institución encargada de educar. El
sistema educacional imaginado, estaría integrado también por sociedades de
beneficencia, casas cunas, asilos, escuelas de artes y oficios, escuelas
normales y también por conferencias públicas y de predicación laica como las
que pudo ver en Massachusetts.
El
sistema requería de educadores profesionales. Durante su exilio en Chile fue recomendado por Lastarria al ministro de
Instrucción Pública, Manuel Montt, para que diseñara y dirigiera la Escuela de
Preceptores de Santiago de Chile. La programó para formar educadores que fueran
profesionales y laicos; fue la primera escuela normal de Chile.
Sarmiento
vivió en Chile hasta la caída de Rosas. Allí escribió Facundo, Argirópolis, La
educación popular y Recuerdos de provincia. En el exilio había madurado un
proyecto de sistema educativo que sería crucial para la cultura argentina.
Es
innegable que existen elementos incompatibles que pertenecen a proyectos
enfrentados. Pero la historiografía tradicional, tanto la nacionalista como la
liberal, sólo fue capaz de usar una lógica dualista, estableciendo
contradicciones donde la existencia de una posición excluía la otra-como en el
caso del liberalismo rivadaviano y el nacionalismo de los caudillos-, pero no
pudo detectar que los caudillos progresistas habían puesto las bases del sistema
que Sarmiento extendió, generalizó y terminó de instituir como tal.
Esa
insuficiencia en el análisis tuvo consecuencias políticas graves porque
colaboró en la fractura de la cultura política nacional entre nacionalismo y
liberalismo, tomando estos dos valores como absolutos y sin distinguir en el
interior de cada uno corrientes ni matices ni zonas fronterizas.
El
sistema educativo aunque creció de
acuerdo con los parámetros establecidos en la primera mitad del siglo
XIX, es decir, bajo la principalidad del Estado y siguiendo la forma de la
escolarización, el problema de su relación con la comunidad quedó siempre
irresuelto, y en su carácter unitario o federal radicó uno de los mayores
puntos de conflicto. A pesar de los principios liberales de política educativa
que guiaron la organización del sistema, el nacionalismo católico se instaló
fuertemente en el discurso.
Sarmiento gran héroe nacional.
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