lunes, 22 de junio de 2015

Sarmiento y la educación popular:
En los años de la Asociación de Mayo, Sarmiento era joven y vivía en San Juan, su provincia natal. Escribía poesías y había fundado el diario El Zonda. Los columnistas eran los miembros de la Sociedad Literaria provincial, filial de la Asociación de Mayo de Buenos Aires. El Zonda predicaba contra el rosismo, como consecuencia de lo cual Sarmiento fue encarcelado y en 1840 expulsado a Chile. Allí alternó tres actividades: el periodismo, la política y la educación.
En Chile, compartía con José Victorino Lastarria-liberal y discípulo del maestro Andrés Bello- la idea de que la población indígena y mestiza era culturalmente irrecuperable. También rechazó nuestras raíces hispánicas y adjudicó el atraso de los pueblos latinoamericanos a la combinación entre la sangre y la cultura españolas y las indígenas.
En 1847, Sarmiento visitó Estados Unidos enviado por el presidente chileno Montt y, quedó muy impresionado por los aspectos más democráticos del nuevo sistema educativo norteamericano. Observó que la educación pública estaba amarrada a la sociedad desde abajo, que la comunidad fuera un sujeto activo de su propia educación y que la religión no fuera contradictoria con el desarrollo de una pedagogía moderna. Encontró una realidad en la que el nexo entre educación y progreso parecía posible.
También se sorprendió positivamente al observar que las municipalidades y las asociaciones civiles tenían una responsabilidad central en la educación y aprobó el hecho de que la educación estatal fuera supervisada por representantes de los ciudadanos, elegidos por el voto popular. En cambio, criticó el sistema francés por el cual las municipalidades debían restar los gastos de la educación de sus fondos generales sin que se les hubiera asignado un presupuesto especial.
Sin embargo, aunque él mismo fundó la Junta Protectora de la escuela de niñas, negó todo valor a las sociedades promotoras de educación que tenían larga existencia en nuestro país. Su profundo antihispanismo le impedía aceptar los aportes del liberalismo peninsular; prefería cualquier experiencia que proviniera del mundo anglosajón.
Conoció a Horace Mann, quien era secretario del Board Education de Massachusetts, siendo también amigo de su esposa, Mary, quien le presentó a intelectuales de la Universidad de Harvard. Mary tradujo el Facundo que se editó en los Estados Unidos y publicó artículos elogiosos, como en el American Journal of Education.
Sarmiento leyó las doce Lectures and Annual Reports, informes anuales del Board escritos por Mann (luego traducidos por Juana Manso), en los cuales el fundador del movimiento reformista norteamericano describía su obra.
Horace Mann sostenía un sistema educativo que sumó a las escuelas otras instituciones educacionales de mucho arraigo popular, como las conferencias públicas y la predicación laica. Estimuló la enseñanza secundaria y la orientó hacia la formación de personas capacitadas para el trabajo pero al mismo tiempo poseedoras de una formación general.
Mann propuso formar ciudadanos integrales y se negó a reducir la educación secundaria a una instrucción acorde a las necesidades inmediatas de las empresas.  Comprendió que el progreso capitalista requería pensar en procesos educativos de largo plazo. Sarmiento coincidió. Pensaba que la sociedad latinoamericana requería una operación profunda.
Había que cambiar las costumbres, la cultura y el lenguaje para que la gente se volviera industriosa. Sólo en ese orden se alcanzaría el progreso, al contrario de lo que pensaba Alberdi para quien la importancia de capitales y población era condición previa para que la educación fuera efectiva.
Sarmiento propuso darle a la población una educación básica integral que elevara su cultura. Dio importancia al desarrollo de las escuelas de artes y oficios y quiso una educación racional y científica, pero no fue simplemente un utilitarista. La formación de la moral y las costumbres era la base de la estabilidad sobre la cual debe descansar el progreso económico y social.
Sarmiento escribió Vida de H. Mann y Las escuelas: base de la prosperidad i de la república en los Estados Unidos. Sus ideas pedagógicas y su propuesta organizativa eran democráticas pero chocaban con su diagnóstico sobre la población latinoamericana. Con la educación se cambiaban las sociedades, pero ¿cómo cambiar una sociedad cuyo pueblo se consideraba ineducable? Sarmiento imaginaba un sistema educativo extenso, que llegara a todos los habitantes “educables”.
Fue más osado que la Asociación de Mayo al no dejar al pueblo analfabeto fuera del juego político, sino que lo dividió en educables y no educables, en forma definitiva. Sarmiento promovió el sistema educativo formalmente más democrático de su época, al mismo tiempo que realizó una operación de exclusión de los sectores populares.
A la escuela pública del imaginario sarmientino concurría un sujeto abstracto, que jamás llegó a existir. El modelo de Sarmiento fue fundador de la sociología de la educación en la Argentina. Siendo anterior al nacimiento formal del positivismo y el funcionalismo pedagógico en Francia, la concepción de Sarmiento puede clasificarse como antecesora de esas corrientes.
Quiso construir un modelo educativo capaz de operar sobre la sociedad cambiándola y controlándola, y creyó posible imponer una forma de ser, de sentir y de hablar a quienes escapaban de la categoría de bárbaros. La idea de seleccionar a los más aptos era coherente con la  doble operación de invitar a emigrar a la Argentina a los pueblos noreuropeos y apoyar las campañas al desierto que arrasaban con la población indígena.
Algunos datos dan cuenta del positivismo pedagógico de Sarmiento y dirigió su interés hacia el control de los cuerpos, los regímenes disciplinarios y las formas de selección de la población escolar.
Había una disociación en el imaginario sarmientino, entre el pueblo real y el pueblo al que se educaría democráticamente. De su visita a Estados Unidos y Europa extrajo los modelos educativos más participativos, los sistemas de enseñanza que tenían más capacidad para llegar a los confines del país, las experiencias que garantizaban el arraigo de la educación en la comunidad.
La instrucción pública sería una responsabilidad colectiva, aunque sus principales sostenedores fuera del Estado serían las cooperadoras, las asociaciones de padres, las sociedades populares y las bibliotecas públicas. Sarmiento, que admiraba la experiencia norteamericana, no reconocía la tradición que tenían en nuestro país las asociaciones protectoras de la educación y las bibliotecas públicas.
En Educación popular  expuso sus ideas sobre los métodos de enseñanza de la lectura y escritura, las formas de organización escolar de los distintos países, las opciones de administración educativa, mostrando un profundo conocimiento de las más innovadoras experiencias escolares occidentales.
No consideraba que la escuela fuera la única institución encargada de educar. El sistema educacional imaginado, estaría integrado también por sociedades de beneficencia, casas cunas, asilos, escuelas de artes y oficios, escuelas normales y también por conferencias públicas y de predicación laica como las que pudo ver en Massachusetts.
El sistema requería de educadores profesionales. Durante su exilio en Chile  fue recomendado por Lastarria al ministro de Instrucción Pública, Manuel Montt, para que diseñara y dirigiera la Escuela de Preceptores de Santiago de Chile. La programó para formar educadores que fueran profesionales y laicos; fue la primera escuela normal de Chile.
Sarmiento vivió en Chile hasta la caída de Rosas. Allí escribió Facundo, Argirópolis, La educación popular y Recuerdos de provincia. En el exilio había madurado un proyecto de sistema educativo que sería crucial para la cultura argentina.
Es innegable que existen elementos incompatibles que pertenecen a proyectos enfrentados. Pero la historiografía tradicional, tanto la nacionalista como la liberal, sólo fue capaz de usar una lógica dualista, estableciendo contradicciones donde la existencia de una posición excluía la otra-como en el caso del liberalismo rivadaviano y el nacionalismo de los caudillos-, pero no pudo detectar que los caudillos progresistas habían puesto las bases del sistema que Sarmiento extendió, generalizó y terminó de instituir como tal.
Esa insuficiencia en el análisis tuvo consecuencias políticas graves porque colaboró en la fractura de la cultura política nacional entre nacionalismo y liberalismo, tomando estos dos valores como absolutos y sin distinguir en el interior de cada uno corrientes ni matices ni zonas fronterizas.
El sistema educativo aunque creció de  acuerdo con los parámetros establecidos en la primera mitad del siglo XIX, es decir, bajo la principalidad del Estado y siguiendo la forma de la escolarización, el problema de su relación con la comunidad quedó siempre irresuelto, y en su carácter unitario o federal radicó uno de los mayores puntos de conflicto. A pesar de los principios liberales de política educativa que guiaron la organización del sistema, el nacionalismo católico se instaló fuertemente en el discurso.


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