lunes, 22 de junio de 2015

BLOQUE 2: Los herederos. El imaginario normalista y sus disputas internas (fines del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX). El Sistema de Instrucción Pública Centralizado Estatal (SIPCE). La consolidación de una pedagogía hegemónica. Los aportes del liberalismo y de la Ilustración. El positivismo y su traducción educativa. La “escuela tradicional”. Las disputas internas: normalizadores y democráticos-radicalizados.

La organización del sistema educativo nacional. La Constitución de 1853:
La Constitución de 1853 fue un reflejo del programa que Juan Bautista Alberdi había expuesto en su obra Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina. Este programa derivaba de las grandes ideas del liberalismo de esa época.
En dicho programa planteaba que era posible transformar a la Argentina en una Nación moderna estableciendo el liberalismo económico y construyendo un Estado republicano; la inmigración noreuropea transformaría a la sociedad eliminando los restos indígenas e hispánicos; la libertad de industria, comercio, expresión y trabajo, la inviolabilidad de la propiedad, el afianzamiento de la paz interior y el ejercicio político de los derechos de todos los ciudadanos harían de la Argentina un país civilizado.
El papel de la educación fue delineado en el texto constitucional. El art. 5º estableció que las provincias deben asegurar la educación primaria, la administración de justicia y el gobierno municipal, condiciones bajo las cuales el gobierno nacional es garante del goce y ejercicio de sus instituciones. Por su parte, el art. 67, inc. 16, estableció entre las atribuciones del Congreso la de “dictar planes de instrucción general y universitaria”.
Este último artículo con su inciso, desató una discusión nunca saldada. ¿Qué se entendía por instrucción general? El nivel medio no estaba totalmente desarrollado. Fueron textos generales y ambiguos, dejando lugar a interpretaciones diversas. Las discusiones resultantes reflejaron el enfrentamiento entre el Estado nacional y el interior y entre los sectores tradicionalistas y modernos de la sociedad.
Cuestión de prioridades:
La política educativa llevada adelante en esta etapa por los gobiernos de Buenos Aires (el territorio que en 1880 sería dividido entre la ciudad  de Buenos Aires, erigida en Capital Federal, y la provincia de Buenos Aires) marcó las características de la política educativa nacional de las siguientes décadas.
Al caer Rosas, se restituyeron al presupuesto del Estado de Buenos Aires, las partidas destinadas al sostenimiento de la educación. En principio se creó el Ministerio de Instrucción Pública que estuvo al frente de Vicente Fidel López; luego fue disuelto por el gobernador Alsina y fue reemplazado por el Departamento de Primeras Letras que dependía del rector de la universidad, a la manera del modelo napoleónico.
Por último se creó el Departamento de Escuelas, puesto bajo la jefatura de Sarmiento en 1856. Esta última opción, que daba autonomía al sistema escolar respecto a la universidad, estaba motivada en el interés de Sarmiento por abrir la escuela pública a una educación práctica y democrática y diseñar caminos distintos respecto del circuito que subordinaba la enseñanza a la cultura universitaria.
Esta cultura estaba instalada en el Colegio de Ciencias Morales, que había sido reabierto y cuyo rector, el sacerdote Eusebio Agûero, adscribía a las ideas de Rivadavia. Concurrían al colegio los hijos de las familias patricias, continuando con la tradición de proporcionar a sus hijos una formación de dirigentes.
El Pacto de San José de Flores estableció que el colegio pasara a depender de la Nación y en 1863 se transformó en colegio nacional. La política educacional del régimen surgido de Caseros estuvo influida por la tensión entre quienes querían una Nación políticamente centralizada en Buenos Aires y quienes defendían una distribución federal del poder.
Sarmiento propuso que se diera prioridad a la generalización de la educación básica; Mitre representaba a quienes querían que el esfuerzo educativo del naciente Estado nacional apuntara a educar a la clase dirigente. Aunque estaba ya decidido que la Argentina tendría un sistema educativo escolarizado en el cual el Estado jugaría un rol principal, se comenzaban a delinear dos estrategias que permanecerían a lo largo de los años.
La política que comenzó con Mitre tuvo siempre una clara tendencia a la centralización y a la elitización de la dirección del sistema. La propuesta de Sarmiento tuvo una contradicción interna fuerte: aceptó otorgar un poder sobresaliente al gobierno central, pero quiso que el sistema se apoyara en las instituciones de la sociedad civil y, en algunos casos como en el Congreso Pedagógico de 1882, se negó a que participaran delegados de todo el país.
Sarmiento desplegó su estrategia educativa como concejal de municipio de Buenos Aires y como senador de la Legislatura provincial entre 1857 y 1860. Desde la Jefatura del Departamento de Escuelas dotó a los establecimientos educativos de rentas  propias para garantizar su financiamiento más allá de los vaivenes políticos de los gobiernos.
Fundó nuevas escuelas, hizo construir modernos edificios para la Catedral al Norte y Monserrat y, para las escuelas de muchas poblaciones rurales. Publicó numerosos textos de uso escolar y fundó la primera revista pedagógica del país denominada Anales de la Educación Común, que se publicó bajo su dirección entre 1858 y 1862.
Junto a su colaboradora Juana Manso, le dio a la revista una línea destinada a la formación de los docentes y a la difusión de los avances de la educación moderna y democrática, como por ejemplo, las ideas de Pestalozzi y de Froebel. Además, Juana Manso fue directora de la escuela mixta creada por Sarmiento en Buenos Aires y entre otras obras publicó la novela antiesclavista La familia del Comendador y dirigió el periódico semanal Álbum de señoritas.
Quedó a cargo de la dirección de los Anales de la Educación Común cuando Sarmiento fue llamado para ejercer cargos políticos, y volvió a publicar esa revista entre 1865 y 1875. Manso acentuó la idea de una democratización del vínculo pedagógico, de la disciplina y del respeto a los intereses de los alumnos.
La batalla de Pavón, donde Bartolomé Mitre triunfó contra Justo José de Urquiza, jefe de las fuerzas de la Confederación, consolidó la unidad nacional y abrió las puertas para el proyecto pedagógico centralista de la oligarquía liberal.
Las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, tuvieron que ocuparse de la organización de la Nación: la delimitación puntual de las jurisdicciones de la Nación y las provincias, la economía, las comunicaciones, los transportes, la organización del ejército nacional, la salud pública y el sistema educativo.
Mitre asumió en 1862 la presidencia de la Nación y, ejerció hasta 1868, nombrando a Sarmiento ministro de Gobierno. Sin embargo, el poder de la oligarquía de la Pampa Húmeda estaba aún amenazada por los últimos representantes del pueblo del interior, que seguían defendiendo la autonomía económica regional respecto del poder porteño.
Sarmiento fue nombrado gobernador militar de San Juan para que aniquilara a las montoneras criollas. Durante su gobernación que ejerció entre 1862 y 1864, venció al caudillo riojano Chacho Peñaloza en la batalla de Caucete, al mismo tiempo organizaba el sistema educativo provincial.
Sancionó la primera ley de educación en la cual estableció un fondo estatal permanente para su financiamiento, pues consideraba que la renta para la enseñanza debía provenir de un impuesto pagado por los habitantes con ese fin especial, y que sólo en caso de déficit el gobierno provincial o nacional debía pagar los gastos de su presupuesto general.
Sarmiento afianzó el cumplimiento de la obligatoriedad escolar, autorizó las subvenciones a establecimientos particulares y extendió notablemente la red escolar. Se ocupó de la enseñanza media fundando el Colegio Preparatorio, dependiente de la Universidad de Buenos Aires, que luego se convertiría en colegio nacional, y la Quinta Normal, posteriormente Escuela de Agricultura.
Las críticas nacionales a la forma como condujo la campaña contra el Chacho desembocaron en la renuncia de Sarmiento a la gobernación. Fue enviado a misiones oficiales a Chile, Perú y Estados Unidos.
En 1868 accedió a la presidencia de la República, que ejerció hasta 1874 con Nicolás Avellaneda como su ministro de Justicia e Instrucción Pública. En 1869 se realizó el censo nacional, que reveló que más de un millón de personas no sabían leer ni escribir, sobre una población total de 1.737.076 habitantes.
En ese mismo año, la población infantil de la provincia de Buenos Aires ascendía a 24 000 niños; funcionaban 89  escuelas y colegios, con 3.564 varones y 3.129 niñas. La disparidad entre la ciudad y la campaña era notoria.
En 1870 Sarmiento fundó la Escuela Normal de Paraná, sobre la base del Colegio de Paraná. Ese establecimiento funcionó en la antigua casa de gobierno de la Confederación promovido por vecinos reunidos en la Asociación Protectora de la Enseñanza.
Sarmiento nombró como rector a George Sterns, un profesor norteamericano protestante muy comprometido con su política educativa, quien duraría cuatro años en el cargo. Desde 1870 hasta 1896 se fundarían en el país 38 escuelas normales, acordes al modelo paranaense.
Sarmiento trajo al país a veintitrés maestras norteamericanas. Fundó el Colegio Militar y la Escuela Naval. Era su meta la extensión del sistema de educación pública hasta abarcar al conjunto de la población “educable”. De ese modo la educación actuaría sobre la sociedad, haciendo posible el progreso.
Mitre otorgaba a la enseñanza un valor social y consideraba que era un servicio que debía prestar el Estado. En 1863 el ministro de Mitre, Eduardo Costa (de Justicia, Culto e Instrucción Pública), mandó a realizar un censo sobre el estado de la educación en el país. Sólo San Juan, La Rioja y San Luis, respondieron, pero los datos aportados permitieron  diagnosticar el deplorable estado de la educación nacional.
Era necesario ayudar a las provincias a mejorar su red escolar, por lo cual Mitre incluyó en el presupuesto una partida con ese destino. El interés principal de Mitre era desarrollar una educación secundaria dirigida a la minoría ilustrada. Aspiraba a formar una inteligencia capaz de gobernar el país y vencer a la “barbarie”.  Interpretó a la Constitución Nacional de manera que las provincias debían ocuparse de la educación primaria y la Nación se ocuparía de la educación general (asimilaba a secundaria) y la universitaria.
La obra de Mitre comenzó con la fundación del Colegio Nacional sobre la base del antiguo Colegio de Ciencias Morales. En 1864 se decretó la creación de los Colegios Nacionales de Catamarca, Tucumán, Mendoza, San Juan y Salta. Los planes de estudio y reglamentos serían semejantes a los vigentes en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Entre 1863 y 1898 se crearon diecisiete colegios nacionales.
El primer rector del Colegio Nacional de Buenos Aires fue el doctor Eusebio Agûero y el director de estudios, Amadeo Jacques. La orientación pedagógica de este último quedó plasmada en su obra Memoria de 1865. Jacques trataba de conciliar una escuela secundaria que diera a los jóvenes una amplia preparación cultural para seguir luego los estudios que quisieran elegir, con carreras más prácticas destinadas a aquellos que no fueran a continuar sus estudios universitarios.

Con la elección de José María Torres para la Inspección de Colegios Nacionales en 1865 se mostró la orientación que sería predominante entre la clase dirigente respecto de la formación de sus hijos: enciclopédica, dirigida hacia los estudios profesionales universitarios o a la actividad política y separada del trabajo. Esas dos orientaciones, una enciclopédica y la otra práctica, serían materia de discusión en décadas siguientes entre el sector más tradicionalista y otro más moderno de la oligarquía, y entre estos últimos  y los sectores medios. Cada una de las posiciones provenía de un imaginario distinto: algunos soñaban con un país de estancias donde una fuerte autoridad pusiera orden entre inmigrantes, anarquistas y demás peligros sociales, y otros imaginaban un país de gente industriosa que abriera fuentes  de trabajo y modernizara sus instituciones.

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